A 51 años del Golpe de Estado en Chile, los Sitios de Memoria significan verdaderas instituciones de la democracia, pues su rol en la sociedad es la de promover una cultura basada en los Derechos Humanos y otorgar una narrativa anclada en la memoria de familiares y sobrevivientes a la luz de los procesos políticos, económicos y culturales que caracterizaron el oscuro periodo del régimen dictatorial en el país (1973-1990).
Es coherente que los Estados que han logrado establecer regímenes democráticos comprendan la relevancia de los Sitios de Memoria para la democracia, puesto que estos fortalecen la diversidad del pensamiento dando herramientas de perspectivas críticas y de esclarecimiento histórico que tributan a la constitución subjetiva libre y de los nuevos agentes sociales portando el sentido democrático de la sociedad como el estandarte que permita, entre distintos, consensuar sistemas sociales sin caer en las garras de la violencia, el asesinato, el exilio y la censura.
Sin duda, en este sentido, es deber del Estado fomentar, fortalecer y dar sostenibilidad a estos espacios, pues cultivan en los sentidos de los actores sociales la necesidad de un régimen democrático y las herramientas necesarias para aportar a ciudadanos libres y respetuosos de la alteridad política y cultural. En la actualidad, el compromiso con estos espacios de memoria es deficiente, y no se ha puesto el foco en la centralidad que merecen como cimientos de la reproducción de la democracia en el país.
Las instituciones sociales de la democracia no pueden ser arrojadas a la concursabilidad, y menos a la sensibilidad simbólica de sujetos concretos. La democracia y su reproducción exigen estabilidad estructural para sus instituciones, para sus espacios de cultivo. A 51 años de uno de los escenarios más crueles que ha vivido la humanidad chilena es necesario comprender que la memoria, los derechos humanos y la tolerancia son la égida protectora.